Serafina Dávalos: Nicho 44

Serafina Dávalos: Nicho 44

Por Mercedes Céspedes.

Dejados a la merced del tiempo y condenados al olvido, los restos de una de las protagonistas más emblemáticas de la historia paraguaya descansaban, presuntamente, en uno de los nichos en peor estado del Cementerio de la Recoleta hasta el 2021. Pero, con la llegada de la pandemia del Covid-19, el espacio fue reutilizado para albergar a las víctimas de la enfermedad.

En cursiva y escrita a lápiz, en la página 8 del libro “Traslados al Columbario Municipal 1954 – 1965” se puede distinguir la siguiente línea: “44. Honoria Barillán, Restos de la Dra. Serafina Dávalos. Vence el 10 de agosto. 1963.  Res. 5189. S. G. 10. VII / 62”.

Serafina llegó a ser una figura admirable. Fue la primera mujer en recibir el título de Doctora en Derecho; en asumir un cargo en la Corte Suprema de Justicia, y en ser una de las primeras Maestras Normales de la nación, compartiendo este título con las hermanas Adela y Celsa Speratti. Feminista, sufragista y lesbiana. Era todo lo que el status quo de la época se rehusaba a reconocer siquiera que existía, y como muchas otras mujeres que desafiaron las normas sociales y vivieron su vida sin reparos, su castigo fue la indiferencia y el abandono. 

Un personaje histórico excepcional 

Serafina Dávalos Alfonso nació el 9 de septiembre de 1877, en Ajos, actual Coronel Oviedo, a 132 kilómetros de la capital del país. Historiadores habían señalado el año 1883 como el de su nacimiento, pero gracias a la investigación realizada por la sobrina-nieta de Serafina, Rosemary Dávalos, se pudo obtener su acta de nacimiento, aclarando así su origen años antes. 

Sus padres fueron Don Gaspar Dávalos, jefe político y comerciante, y doña Teresa Alfonso; sus hermanos, Alejandro Dávalos y Nicasio Dávalos. Fue en su infancia que conoció a Honoria Ballirán (bautizada como María Alverta Onora Balirán Decoud en la Catedral de Asunción), quien sería su compañera de vida por los siguientes 70 años.

Acta de Nacimiento de Serafina Dávalos, 1877.

Su formación educativa inició en la Escuela Normal de Asunción, en donde obtuvo el título de maestra en 1898 y el de bachiller en 1902, por el Colegio Nacional de Niñas. En el año 1904, Serafina fundó la Escuela Mercantil de Niñas, con el objetivo de formar peritas mercantiles, contadoras públicas, taquígrafas y secretarias. En el periodo de 1907, se convirtió en la primera mujer en graduarse de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción con el título de Doctora en Derecho, con su tesis de grado denominada “Humanismo”. Dicho documento se  encuentra en el Catálogo Bibliográfico de la UNA bajo el nombre de “Josefina Dávalos”. 

Serafina Dávalos, 1907. Libro “La República del Paraguay en su Primer Centenario. Album Gráfico”. Biblioteca del Museo Andrés Barbero. Fotografía: MUPA.

Entre sus múltiples logros se destacan su participación en el Consejo Nacional de Educación y la Corte Suprema de Justicia Paraguaya, y su nombramiento como la primera profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Asimismo, Serafina fue vicepresidenta del primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina, integró la Unión Femenina del Paraguay, fue presidenta honoraria de la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer y fundó el Centro Feminista Paraguayo, junto a Virginia Corvalán. 

La lucha por las mujeres era un sello personal de Serafina. Ella se distinguió como miembro del Comité de Mujeres Pro Paz, constituido con el objetivo de intentar evitar la guerra civil del 47’. En 1956, patrocinó la fundación de la Asociación Paraguaya de Universitarias Graduadas. Y, pese a que falleció años antes, es considerada como una figura importante para el logro del voto femenino, otorgado durante la dictadura del general Alfredo Stroessner en 1964.  

En la desidia, la dejadez y el abandono

Según registros del Archivo Judicial, Serafina ejerció la abogacía hasta enero de 1957. Para ese mes, la mujer había perdido contacto con su familia cercana, aunque se sabe que trabajó con su sobrino, “Nicasito” Dávalos, en su estudio jurídico por varios años y tenía una buena relación con el resto de sus parientes.

Rosemary Dávalos recuerda que, durante una comunicación telefónica que tuvo con el doctor Oscar Acuña Torres, fue él quien recibió la visita de una mujer mayor, en septiembre de 1957, solicitando medicamentos para tratar a otra. El médico, sin embargo, se negó a entregar los fármacos sin la revisión de la paciente, por lo que éste decidió acompañar a la visitante hasta una “choza”, ubicada sobre la avenida Rodríguez de Francia 515 y se encontró con Serafina Dávalos sobre un catre de madera, en un estado considerable de dejadez y con una diabetes avanzada. 

Si bien no existe confirmación, se presume que la mujer que había pedido ayuda al doctor Acuña se trataba de la pareja de Serafina, Honoria Ballirán. 

Acorde al testimonio del doctor, Serafina falleció días después dado su mal estado de salud y su familia habría sido avisada en las 48 a 72 horas posteriores a su muerte. Según el médico, durante este intervalo de tiempo, la Iglesia Católica se habría rehusado a darle “cristiana sepultura” y habría decidido ingresar sus restos al Cementerio de la Recoleta con un nombre diferente.

Acta de Defunción de Serafina Dávalos, 1957.

Para conocer el descanso final de su familiar, Rosemary comenta que había solicitado el seudónimo al doctor Acuña, pero el hombre se negó a revelar cualquier detalle adicional, ya que “no quería tener ningún tipo de problema con la Iglesia”. El especialista de la salud, quien llegó a ser presidente del Partido Revolucionario Febrerista, falleció en el año 2003, y no volvió a hablar con los descendientes sobre el caso de Serafina Dávalos

La teoría principal que rodeaba, hasta hace unos años, el descanso final de la abogada, se basaba en rumores de la época. A la versión final de Acuña, se le sumó la anécdota de amigo de la familia Dávalos: los Centurión Frontanilla, quienes habían dicho a Rosemary que, durante una visita al cementerio de la Recoleta, Oscar, el nieto menor del grupo familiar consultó cuál de los cajones dentro del panteón pertenecía a su abuela y, luego de señalar el ataúd indicado, le habían respondido que uno de los otros contenía los restos de la “tía Serafina”. 

Durante la investigación realizada en el marco de este reportaje, sin embargo, se pudo verificar que en el libro llamado “Traslados al Columbario” que va desde el año 1954 a 1965, en la página 8, aparece el nombre de la señora Honoria Ballirán a quién, bajo la resolución Nº 5.189 de la Secretaría Municipal, se le cede un lugar dentro del columbario. ¿Para qué? Para albergar los restos de la doctora Serafina Dávalos a partir del año 1962. 

Extracto del libro de “Traslados al Columbario” de 1954-1964. Descubrimiento de la periodista Mercedes Céspedes, octubre 2024. Fotografía: MUPA.

Con este nuevo hallazgo, se solicitó la ayuda de la Dirección de Necrópolis de la Municipalidad de Asunción. A la par, Rosemary Dávalos, con la asistencia de Rogelio Goiburú, visitaron La Recoleta para confirmar esta información. En esta visita, ambos verificaron que el número que aparecía en dicha página correspondía al nicho número 44.

Un final agridulce

Pese a este trascendental descubrimiento, la desidia continuó echando raíces en la historia de Serafina, impidiendo el tan esperado encuentro de sus restos. En 2020, con la llegada de la pandemia por Covid-19, el columbario municipal sufrió grandes modificaciones para albergar los cuerpos de las víctimas del coronavirus, por lo que se tomó la decisión de que  los nichos accesibles  que cumplían con las condiciones estipuladas por el Ministerio de Salud sean reutilizados para el depósito de los cuerpos de personas fallecidas recientemente. 

De acuerdo con documentos a los que accedió este medio, en el año 2021, Lidia Modesto solicitó el nicho Nº 44 como el lugar de descanso final para Martín Modesto, su marido. Luego de seguir los pasos estipulados para su designación, incluyendo la publicación de edictos en el Diario La Nación, en los que Honoria Ballirán fue llamada por un error de tipeo “Honoria Bolivar”; la viuda consiguió el espacio ocupado anteriormente por el cuerpo de Serafina Dávalos, bajo la Resolución N° 6.112 expedida por la Secretaría de la Necrópolis. 

La versión oficial de la Municipalidad alega que en el lugar no existía ya ningún resto, y que en la mayor parte de los nichos solo existían flores secas y ataúdes vacíos. De ahí que, por esa razón, se decidió ceder el sitio a otra persona. Esto puede corroborarse con los documentos adjuntos a la investigación, en los que puede observarse que no se tenía registrado ningún resto humano al lado del nombre de Honoria “Bolivar” en el sistema de ingreso.

Imagen del Columbario Municipalidad antes de las modificaciones para albergar a los muertos por COVID, año 2019. Fotografía: Gentileza de Última Hora.

Sin embargo, en conversación con uno de los trabajadores de La Recoleta, quien solicitó permanecer anónimo, éste comentó que todos los nichos se encontraban en uso y en un estado completo de abandono. En ese sentido, aclaró que los restos (que normalmente podían apreciarse a simple vista, sin resguardo o reparo por su conservación) fueron desechados en diferentes partes del cementerio. Algunos metidos en bolsas de plástico y dejados en panteones vacíos y otros enterrados a lo largo de la propiedad, perdidos en la memoria del sepulturero de turno que se encargó de decidir el lugar final de los cadáveres de manera aleatoria.

Imagen del Columbario en la actualidad, octubre 2024. Se observa allí el Nicho 44 (medio). Fotografía: MUPA.

No es posible saber a ciencia cierta qué pasó con los restos de la doctora Serafina Dávalos. Los archivos confirman que, desde el año 1962 sus huesos habían descansado en el nicho 44 del Columbario Municipal en el Cementerio de La Recoleta y que el sitio continuaba perteneciendo a su pareja, Honoria, hasta el 2021. ¿Se mantuvo allí esos años esperando ser encontrada? ¿O fue su tumba asaltada por carroñeros y dejada a su suerte, como sucedió con sus compañeros de sepultura? ¿Será que tan solo quedaba un lugar vacío que su compañera de vida había solicitado para albergar sus huesos? ¿O fue la abogada, nuevamente, desechada y abandonada por uno de los sepultureros en algún rincón del cementerio asunceno?

Comparación de ambas imágenes. 2024 vs 2019. Nicho 44 encerrado en círculo. Fotografía: MUPA.

Doble castigo  

Si bien el último lugar de descanso final registrado del cuerpo de Serafina no pudo ser conservado, su legado físico permanece en pie en forma de una casona construida en el año 1914. Este inmueble se encuentra ubicado sobre la calle Herrera, entre Estados Unidos y Tacuary, en el barrio San Roque de la ciudad de Asunción. Pero, ¿por cuánto tiempo más? 

Rosemary Dávalos, sobrina-nieta de Serafina y su marido, Gustavo Ilutovich visitaron recientemente la casa de la doctora.

Actualmente, el hogar de Serafina Dávalos se encuentra en un estado paupérrimo, y sirve de refugio a personas en situación de vulnerabilidad económica. MUPA: Voces de Museos y Patrimonios planea seguir con la investigación y clarificar la situación de este emblemático inmueble asunceno que, como su dueña original, fue condenado a vivir sus últimos años entre la desidia y el desamparo.

Foto principal de Serafina Dávalos. Gentileza de Rosemary Dávalos.